lunes, 7 de noviembre de 2011

ráfagas de viento polar

Que no duela tanto el frío en la piel, que deje de clavarse como espinas en los pulmones. Canciones sin letra para adormecer las tristezas que llegan camufladas dentro del viento polar. Tanta poesía acabará deshilachándome las venas, pero qué quieres, joder, si hasta las nubes parece que se han puesto de acuerdo para escribir versos en las azoteas más grises y ariscas de la ciudad. Epifanías de rima asonante que descienden hasta las aceras para engancharse a los zapatos del don nadie de turno que nunca mira por donde va. Menos mal que el hombre del tiempo anuncia tormentas, vendavales que se lleven todos estos cristales rotos y traigan ráfagas de invierno como excusa barata para temblar. Antes de sucumbir a la monomanía sistemática del absurdo, presto mi cuerpo desnudo a la eternidad de la Atlántida. No quiero que tus abrazos sean refugio de cualquier nada, ni que tus manos hagan de tiritas para heridas sin curar. Te respiraré sin más motivos que el deseo. Y me contagiaré de poesía sólo si es para escupir verdades como estrellas. Las mentiras que las arrase también el viento. Que sigan creciendo espirales sin final cada vez que atraviesas el abismo de incerteza y muerdes a besos la nostalgia de mi boca...

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