viernes, 2 de diciembre de 2011

recuerda: se necesita muy poquito aire para respirar

El frío parece estar pegado a las piedras de las paredes. A saber cuántos años lleva pegado allí, es un frío denso y viejo, un frío de plomo cargado de inviernos, cuántos inviernos y cuántas historias deben haberse escondido tras estas paredes. Estaba apoyada en la balaustrada del segundo piso y acababa de liarme un cigarro que todavía no me había decidido a encender. Me quedé absorta mirando las ramas del inmenso árbol del patio de letras, es tan grande y con tantas hojas que apenas deja entrar la luz débil del sol perezoso de este, nuestro, invierno. Lejos de agobiarme, tanto verde es un pequeño refugio, el único motivo por el que seguían entrándome hebras de oxígeno a los pulmones. El verde y la imagen de tus dedos con esa cadencia tan sutil que tienen de acariciar los cigarros instantes antes de darles fuego. Le di una calada al mío casi sin darme cuenta, miraba hacia abajo sin fijarme en nada, gente cruzando el claustro, los peces en el estanque y los naranjos dormidos. Qué bonito y qué frío es este lugar. Miraba sin mirar. La ansiedad no venía por el examen que tenía en veinte minutos, sino por alguna que otra represalia del subconsciente, pero los entramados que la sostienen son de tal complejidad que ponerse a indagar de dónde vienen y hacia adónde van los hilos es como intentar descifrar los laberintos subterráneos de las hormigas. Pronto se irá, me iba diciendo, pronto se irá, pero sin querer, de tanto dejar divagar las ideas a sus anchas, tiré de alguno de esos hilos malditos y el ovillo de angustia que me comprimía el pecho se revolvió un poco más enredaderas trenzándose tráquea arriba hasta anudarse en la garganta, mala hierba que tiene que arrancarse de raíz, pero dónde narices echará las raíces este existencialismo, en qué remoto rincón del caos nacerán las semillas de este puñado de interrogantes inconformistas que rara vez encajan con la lógica interna de mis respuestas. Y de repente apareció el vértigo otra vez con sus jodidas tentaciones de vacío. El pensamiento enmarañado entre las ramas del árbol y una única imagen en la cabeza, un eco convertido en quiste, salta, salta, ¿y si saltas?, salta, pruébalo, un, dos, tres, ¿no te atreves?, es un empujoncito, un clic, salta, ¿no tienes curiosidad por saber qué pasaría? No lo escuches, oídos sordos, cierra los ojos, pronto se irá, o mejor ábrelos, bien abiertos y que entre el verde. Verde y aire, respira y recuerda: se necesita muy poquito aire para respirar.

1 comentario:

  1. conozco tanto esa sensación... que aun hoy que hace tiempo que viene siendo negada, le tengo miedo

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