lunes, 18 de febrero de 2013

ojos, vino, cena, piedra, vaca


Llevo puesto un delantal con la cara de una vaca muy graciosa. Me he sentado en la esquina de la cocina y me he puesto a leer. Al segundo vaso de vino se me han empezado a cerrar los ojos y ahora me cuesta mucho mantenerlos abiertos. A veces me fascina tanto lo que leo que siento como si las letras estuviesen escritas en mi piel y tomasen vida. Mi abuela duerme en el sofá de flores, aunque si le pregunto, dirá que no, que no duerme, és que se'm fan els ulls petits, nena, però estic ben desperta, y me dirá que en la tele hay un rey rubio con tirabuzones a pesar de que salga el chico moreno del telediario. El viernes cumplió noventa y su deseo fue llegar a los cien. Yo olvidé pedir el mío al soplar las velas, y me arrepentí tanto que luego, cuando me quedé sola, encendí el mechero para volver a apagar la llama como dios manda. Leo en el libro tal vez yo sola estaba despierta bajo las estrellas que vigilaban el sueño de la ciudad, las miraba mucho rato como para cargar el depósito de mis párpados, cabecitas frías de alfiler, sonreía con los ojos cerrados, me gustaba sentir el fresco de la noche colándose por mi camisón: "Algún día tendré penas que llorar, historias que recordar, bulevares anchos que recorrer, podré salir y perderme en la noche", la lava de mis insomnios estaba plagada de futuro y pienso que los míos también, que mis insomnios también estaban plagados de futuro, salvo cuando aparecían los cuchillos y un extraño intentaba extraerme del cráneo la piedra de la locura. Le doy otro sorbo al vino, creo que ya es el tercer vaso, y me doy cuenta de que crecí un poquito al apagar esa llama con tantas ganas, persiguiendo un deseo que me inspira la certeza de que cumplirlo será hacer más fácil la vida, a pesar de las montañas que tenga que subir. Se me han hecho los ojos muy pequeños y yo de momento no quiero llegar a los cien, aunque me hace pensar la frase en la que se detienen mis pupilas: no hay que tenerle tanto miedo a la huella del tiempo. Huele a quemado y tengo la cena en el fuego. Es lunes, debería cerrar el libro y dejar el vino.     

1 comentario:

  1. pero hoy es martes...
    vuelve a tomar un poco de vino y abre los libros

    anoche leí eso, puesto entre paréntesis:

    (¿pero qué cuento? No lo sé y lo sé, todo está visto por algo mío que no es mi conciencia pero que vale más que ella en esa hora fuera del tiempo y la razón)

    el señor Cortázar habla del momento en el cual irrumpe el cuento en su mente y se pone a escribir. creo que se refiere a sus propias piedras...
    este momento que describe es una especie de vómito literario, son las piedras de la locura
    que -tengo este extraño parecer- uno debería mantenerlas bien adentro hasta que se canse de ellas -pero no sé si eso sucedería-

    de todos modos...
    besos y abrazos largos

    ResponderEliminar