viernes, 25 de octubre de 2013

zapatos

Manifestación de la comunidad educativa por las calles del centro de Barcelona.

Las lentejas están en el fuego. En la tele una remilgada proclama que la huelga ha sido un fracaso, luego hablarán de fútbol y dejará de existir nada más. Siento bajar hasta el estómago el último sorbo de vino mientras me miro los zapatos, esta noche he soñado que perdía uno en medio de la calle y la gente que me acompañaba no me dejaba volver a buscarlo. Creo que llevaba un calcetín a topos y otro a rayas, me sentía idiota y el asfalto estaba muy duro. Siempre me ha gustado oír el chupchúp de la comida en el fuego. Una hoja de laurel, una pizca de clavo y un chorrito de cognac, a veces también un trozo de chocolate o una galleta para espesar; mamá siempre nos ha enseñado a cocinar con lo que se encuentra por los armarios. Hoy he cambiado el cognac por vermut y huele toda la casa a lentejas. No sé qué significará perder los zapatos según el psicoanálisis, quizás sea un aviso del subconsciente para que toque de pies en la tierra, pero qué pocas ganas de pisar este mundo que vende libros a precio de caviar. Un fracaso, dicen, y se queda la palabra flotando en el aire, fracaso, fracaso, fracaso pronunciado con una solemnidad que a través del plasma suena a patraña, a mentira de señorito de mierda encerrado en su palacio de cristal. A fuerza de tanto insistir en que el negro es blanco, igual dentro de poco el planeta volverá a ser plano y seremos el centro del universo. 

domingo, 13 de octubre de 2013

sandías



Las estelas de los aviones se confunden con las nubes. Hoy no lloverá, dice la abuela con los ojos en el cielo. No lloverá y comeremos en el jardín, seguramente será el último domingo que comamos fuera. Desde que terminó el verano he tenido que pasar muchos ratos mirando el mar y las sandías de Frida Kahlo para entender que es inútil la rabia, que está de más arañar la vida y escupirle reproches al mundo porque nunca nadie me advirtió de lo difícil que sería asimilar la decadencia, aprender a convivir con las paredes torcidas, con los espejos agrietados y los cipreses secos sin que las astillas de la pena hiciesen estragos en las entrañas. Hay nubes blancas y nubes grises y algunos trozos de algodón deshilachado de color malva, pero no lloverá, al menos hasta la noche. El humo de los cigarros también se confunde con el de la hoguera, si sigue subiendo acabará por confundirse con las estelas y los cúmulos o estratos o nimbos o cualquiera de estos pedazos de felpa que cuelgan del cielo. Tampoco sirve de nada el rencor ni las nostalgias preventivas que convierten en recuerdo lo que no ha terminado de suceder aún.