"Pies para qué los quiero
si tengo alas pa' volar."
Frida Kahlo, Diario
Las raíces del tiempo resquebrajan la pared.
Grietas, ramas, rayos, venas. Leer a Frida es que duelan las venas y crezcan
las alas. Se me nublan las gafas con el vaho del té y mientras se desempañan los
cristales pienso en lo horrible que estoy con estas pintas de domingo sin ganas.
K siempre decía que quería enamorarse al bajar a comprar el pan en bata, con ojeras
y legañas. Seguro que sería el preludio de algo bonito, como también lo sería
que volviese la lluvia que te arrimaba a mí bajo las cornisas. Pero este año los
magos de Oriente han decidido proveerme de paraguas a prueba de viento. Supongo
que algo debe de estar cambiando ahora que ya me da igual tomarme los cafés en
vaso que en taza y estoy aprendiendo a masticar con parsimonia de dromedario la
paja mojada de la desidia. Me miro las manos a través de los cristales ya despejados:
si son pequeñas para tocar a Bethoveen quizás tampoco me sirvan para ir por la
vida a tientas. Qué horror. Podrían crecerme los dedos como ramas –raíces,
alambres, alas–, hilos de madera seca que palpen el vacío. Me acerco la taza a
la boca y vuelve la niebla. Será verdad que algo está cambiando si estamos en
invierno y me he quitado las corazas, si hace un rato han venido a rendirme
cuentas todos los Nadies que vestí de ti y me han pillado en bragas, así de fea,
leyendo a Frida y memorizando las grietas de estas paredes que cada vez son
menos refugio, menos casa, menos mías.
ningún despiste para ti
ResponderEliminarbuen año y buenas palabras!
¡Bravo! En cualquier caso, será bonito averiguar qué queda y qué hay de nuevo, una vez el vaho y la niebla se disipen, ¿no?
ResponderEliminarUn cariñoso saludo,
Víctor