lunes, 7 de julio de 2014

intemperie



Empieza a clarear por el retrovisor. Enfrente, la carretera y la noche. Acelerar a conciencia para llegar a casa antes de que salga el sol. Suenan -y sueñan- los Pixies también a conciencia, las ventanas abiertas, el viento que no se cansa nunca de rabiar. Qué mejor momento para abrirse el pecho en canal y dejar que chirríen todos los gritos que llevas dentro, ahora que no hay nadie, que nadie te oye; para soltar la manada de Orlandos y que se rompan la voz contra los barrotes de la jaula, contra el ruido del mundo. Eh, dime, ¿quién crees que soy? ¿qué esperas de mí? Todo es muy raro, pero no pares. Acelera un poco más, que así parece que no vaya a terminarse jamás ni la canción ni la noche. Debe de ser esto la intemperie: sentir el viento, la rabia, los gritos, respirar y soñar, el deseo, la lluvia, el tiempo. La soledad, en un instante eterno, conduciendo a la deriva sin nada escrito en los zapatos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario