lunes, 27 de julio de 2015

sed de lluvia

Llegar a casa, esa casa que no tengo. Abrir las ventanas de par en par y oler la madreselva que trepa por esta pared que tampoco existe. Que suene la música, el mar, el vientoDudar si prender la luz o si ya es suficiente la penumbra de las nubes negras. Una vela, eso sí, y dos dedos del vino que sobró de la cena que nunca hicimos. Encender el grifo y sentarme en el suelo de la bañera, el agua sobre la piel, la tormenta que no llega. Otro verano más apretando los dientes para que estalle el cielo. Si cierro los ojos imagino que es lluvia el agua del grifo, pero también te siento latir tan cerca que me entra el vértigo del abismo, esa maldita sed de infinito que alimenta la úlcera de todo lo que no será. Mejor mantenerlos abiertos y soñar que no es lo que sí ha sido. Que no siento, que no estás. Que desde que se me ocurrió besarte no me crecen raíces por todo el cuerpo, ramas de ilusión que no sé por dónde talar. Dejar que el agua corra por el suelo de esta otra bañera que sí que es mía. Asumir que hoy tampoco lloverá, a pesar de las nubes, de las ganas, del deseo. Abrazarme las rodillas. Renunciar.

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